Las bebidas frescas corren a la orden del día cuando los calurosos momentos del verano acechan a nuestro cuerpo. En épocas donde las temperaturas rompen récords históricos y las olas de calor parecen ya una constante, los líquidos fríos son moneda corriente en nuestras neveras.
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Una cerveza bien fría puede tomarse en cualquier época. No importa en qué mes del año estemos ni tampoco si se trata de un día de semana o del fin de semana, porque además de ser totalmente atemporal es la bebida alcohólica que más se consume en el mundo. En el ranking general solo está por detrás de otras como el agua, el té o el café.
La temperatura más óptima para tomar una caña bien helada ronda entre los 6 y 8 grados, dependiendo del tipo de cerveza. Lo ideal sería tener un artefacto que nos proporcione el punto justo de frío para poder disfrutarla en el mismo instante en que deseamos ingerirla, pero como todavía esta “magia” no existe en el mercado podemos apelar a otros artilugios.
La ingesta de cerveza en forma moderada puede tener importantes beneficios para nuestro organismo. Sirve para prevenir enfermedades óseas, como puede ser la osteoporosis, así como también las afecciones circulatorias. Además, ayuda a regular el sueño, debido a las propiedades sedativas que posee el lúpulo.
Una técnica muy casera para poder disfrutarla rápidamente es usando papel de cocina y agua bien fría: debemos embeber el rollo con unas pizcas de sal y vendar nuestras latas o botellas antes de meterlas en el congelador por 10 minutos. Otro truco consta de utilizar un pequeño receptáculo en el que incluiremos agua, sal y mucho hielo, lo que nos ayudará a mantener la cerveza lista para ingerir en apenas cinco minutos y disfrutarla en un picoteo con amigos.